GRÁVALOSDIMONTE, Arquitectura Zaragoza

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clase 04_arquitectura social_la disolución del espacio público

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disolución espacio público_gravalosdimonte_japonEsta semana reflexionamos sobre la relación-apropiación de los espacios públicos y privados. ¿Cuáles han sido las funciones del espacio público? ¿Siguen siendo las mismas? Hemos realizado una rápida vista retrospectiva para intentar sacar conclusiones partiendo de las plazas medievales y renacentistas, de sus focos simbólicos y representativos. Como buen ejemplo de ello se ha analizado la Piazza del Popolo de Todi en la que tanto el poder eclesiástico como el poder político se apropian estratégicamente del espacio, y que tan bien explica Edmund N. Wilson en “Design of cities” . Cada uno asume una posición muy calculada, elevando sus cotas de acceso mediante unas escalinatas que los situaban en un plano superior al resto del pueblo. Un espacio público entendido como un espacio de interacción social, de intercambio, de comunicación,…pero siempre presidido y condicionado por el poder entre dos polos de tensión.

Analizando la función comercial del espacio público hemos llegado al siglo XIX con la aparición de las galerías cubiertas (Burlintong Arcade de Londres, las Galeries Royales Saint-Hubert de Bruselas o la Vittorio Emanuelle II de Milán, Nápoles..) que todavía son parte constitutiva de la trama urbana y que establece una primera referencia de lo que siglos después derivará en el centro comercial tal y como hoy lo conocemos, pero esta vez desvinculados ya de la de la lógica urbana, con localizaciones exteriores a los límites de la ciudad, y en los que el automóvil se configura como el elemento vertebrador del territorio. La calle interior de la galería volcada al espacio comercial como nuevo modelo de ciudad basada en el consumo.  Un automóvil que romperá la barrera sagrada del límite de la ciudad y a partir de allí, la ciudad irá invadiendo el territorio progresivamente.

Esta función comercial exhibe multitud de detalles según las diferentes localizaciones,  en las que se puede apreciar una privatización progresiva del espacio público a través de la invasión de los mensajes publicitarios cruzados y omnipresentes.  Aparece entonces el concepto del espacio público como hipermercancía, desligado del territorio y des-referenciado, en el que “no hay relieve, ni perspectiva, ni puntos de fuga donde la mirada correría el riesgo de perderse, sino una gran pantalla donde todos los paneles publicitarios y los productos se exponen ininterrumpidamente, interactuando como signos equivalentes y sucesivos”(1).

 

Esta actitud ultra-individual es asociada por Lipovetsky  con la aparición de la sociedad posmoderna y con un proceso de personalización consistente en la disminución de imposiciones y coacciones y un máximo de elecciones privadas, “un mínimo de austeridad y un máximo de deseo” (2). Esta exacerbación del individualismo se basa en la pérdida de fe en una sociedad conquistadora, que creía en el futuro, la ciencia y la técnica. Esta disolución del optimismo presenta una reacción a modo de deseo de identidad, de diferencia frente a la homogeneización del hombre nuevo que les presentaba la modernidad. Se trata de una sociedad obsesionada por la “información y la expresión”, de  un triunfo del “software” sobre el “hardware”.

Una pantallización y un capitalismo seductivo, blando y suave a través del software que es escenificado de una manera radical en Tokio.

Y de allí pasamos directamente a los grandes “mall” de Dubai, que han asumido la mayoría de las funciones dejando el espacio público como un mero espacio residual que se manifiesta tan sólo como un vacío vinculado al tráfico rodado en el que el peatón sencillamente no existe. Y en este sentido, es significativa la aparición de túneles y pasadizos peatonales cubiertos de comunicación entre diferentes centros comerciales, ya estudiadas en “la ciudad análoga” por Trevor Boddy , que con la pretensión de proteger a los ciudadanos de las inclemencias climatológicas, lo que han conseguido en el fondo es un espacio para una sociedad obsesionada con el control y la seguridad.

En este sentido deberíamos hacer una reflexión más allá de exorcizar simplemente la configuración de estos centros comerciales. ¿Qué ha pasado para que el ciudadano prefiera pasear por sus “calles interiores” y haya dado la espalda al espacio público? Seguramente hayamos hecho algo mal, realizado espacios que el ciudadano no quiere, que los encuentra ajenos, que no desea usar. Espacios de diseño pero sin uso, espacios muertos. Espacios que han quedado exclusivamente como escenificaciones del conflicto, como inseguros, incómodos y absurdos. En este contexto, el centro comercial ha actuado con mayor astucia y contundencia ofreciendo una alternativa, peligrosa, ante la disolución del espacio público, en la que el ciudadano ha perdido espacio a costa del consumidor.

Y estos grandes centros comerciales al final han derivado en pequeñas ciudades autónomas, que en ese afán de desvincularse del territorio alcanzan su máxima expresión en los grandes cruceros transatlánticos. Se trata de auténticas ciudades móviles que establecen una extraña dialéctica con otras ciudades portuarias a través de la inyección masiva de ciudadanos. Ciudades que se han visto desequilibradas por esa irrupción repentina capaz de colapsar el espacio público (véase Venecia) y que adquieren un carácter fantasmal llegada la hora vespertina del retorno al crucero.

En este proceso de la disolución, en la ciudad han ido proliferando espacios sustitutivos del espacio público (urbanizaciones, zonas comunes privadas,…) que han realizado una réplica controlada de estos espacios. Una réplica tendente a homogeneizar, a eliminar la diferencia y el conflicto, en el que se recrea un grupo sin diferencias, sin desórdenes, sin improvisaciones ni sorpresas, pero también un microcosmos encerrado en sí mismo, en que no será posible evolucionar o dar espacio a una existencia diversa.

En contraste, se ha realizado un recorrido sobre ciudades que han sabido equilibrar bien el sentido del espacio público, a través de piezas que han aportado un valor añadido a través de sus estrategias urbanas. La ópera de Oslo logró establecer una conexión del ciudadano con el fiordo, siendo el edificio el que se articula a través de plataformas y espacios de tránsito.  Pero no sólo se han producido actuaciones de este tipo a través de grandes infraestructuras públicas, sino que diversas ciudades (Ámsterdam, Londres, Berlín,…) han mostrado una sensibilidad especial para reactivar elementos que en principios constituían una brecha urbana para convertirlos en un nuevo foco de oportunidad. Espacios que han sido reapropiados por los ciudadanos, configurados por sus necesidades y deseos reales mediante mecanismos que suponen una nueva manera de entender el urbanismo. Y en este sentido, asistimos a estrategias de placemaking, de urbanismo de código abierto, de participación ciudadana, ….Elementos que van a configurar la ciudad del futuro.

  1. Braudillard, Jean. “El hipermercado y la desintegración”. Astrágalo, num. 12, p 127. Septiembre, 1999.
  2. Livpovetsky, Gilles. “La era del vacío”. Anagrama. Barcelona, 2002.
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