Cronópolis, bajo la sombra de Detroit.
En 1960, J. G. Ballard escribe “Cronópolis”, un relato de ciencia ficción que muestra el proceso de degradación de una gran ciudad en un inquietante futuro. Se trata de una ciudad en la que ha sido abolida (y prohibida) la medida del tiempo. No existen los relojes, no existe la dimensión temporal de cualquier acción personal. Esto viene derivado de una gran revolución que se produjo por la presión desmesurada que se había establecido a la hora de controlar las actividades humanas.
Reloj, Cass Technical High School
El relato se centra en la historia de un alumno (Conrad), que posee furtivamente un reloj y su profesor (Stacey), que lo descubre. Juntos inician un viaje hacia el centro la ciudad (de más de 1.000 km²), ahora en ruinas y deshabitado. Durante la travesía, Stacey explica como el paisaje urbano desolado refleja el colapso a la que se vio sometida la ciudad por el desbordante aumento de la población. Todo ello, va a derivar en un proceso de Shrinking citiy (ciudad en contracción).
“—Treinta millones de almas habitaron una vez la ciudad —señaló Stacey—. Hoy la población apenas pasa de los dos, y sigue bajando. Los que quedamos vivimos en lo que eran los suburbios apartados de otra época, de modo que la ciudad es ahora un enorme anillo de ocho kilómetros de ancho, y un centro muerto de sesenta o setenta kilómetros de diámetro”.
Vista aérea de Detroit
Plantea, directamente, el desequilibrio entre una ciudad superpoblada y unos equipamientos públicos incapaces de dar respuestas simultáneas. Todo ello, explica el profesor, obligó a reorganizar una sociedad absolutamente controlada, clasificada en “zonas de tiempo”, según el estatus socio-económico, la categoría profesional y el nivel de consumo individual. Cada persona, tenía asignado un lapso para efectuar cada una de las actividades necesarias.
No se trata en este espacio de desarrollar la historia. Nos centraremos en el viaje, ya que es allí donde Ballard empieza a mostrarnos su visión ácida y cruel de la condición humana, fruto de sus habituales especulaciones sobre el futuro. Lo que se pretende aquí, es ilustrar el viaje que imaginó Ballard en los sesenta, con imágenes de la decadencia actual de Detroit, ya que guardan un paralelismo asombroso. Para ello, utilizaremos principalmente fotografías que realizaron Yves Marchand y Romain Meffre en su trabajo “The ruins of Detroit”, que servirán de apoyo a citas textuales del relato. De ese modo mezclaremos pasado y presente, premoniciones y futuro. Y veremos, paradójicamente, que la realidad no está tan alejada de la ficción.
La ciudad que describe Ballard llegó a tener 30 millones de habitantes (aproximadamente como Tokio actualmente). Baste recordar que en 1960, momento en que se escribe el relato, la población mundial no llegaba a los 3.000 millones de habitantes, frente a los más de 7.000 millones de la actualidad (y a los 10.000 millones previstos para el año 2050).
Iniciemos el viaje…
“La mitad eran casas vacías, de ventanas rotas y techos derrumbados. Hasta las casas habitadas tenían un aspecto precario, con torres de agua sostenidas por armazones de fabricación casera amarrados a chimeneas,…”
Edificio industrial de Packard, Detroit.
“—Parte del elaborado sistema de ferrocarriles que hubo en otra época, una enorme red de estaciones y empalmes que transportaba quince millones de personas a una docena de terminales, todos los días”.
Michigan Central Station, Detroit.
“Aquí las calles habían muerto hacia veinte o treinta años; las vidrieras de las tiendas se habían desprendido, destrozándose en la calle; viejos letreros de neón, marcos de ventanas y cables altos colgaban desde todas las cornisas, derramando sobre el pavimento una maraña de trozos metálicos”.
Calles de Detroit
“A lo lejos, a cuatro o cinco kilómetros de distancia, se erguían las enormes siluetas rectilíneas de los bloques de viviendas, edificios de treinta o cuarenta pisos, ordenados en hileras aparentemente interminables, como gigantescos dominós”.
Apartamentos Rich-Dex , Detroit
“Pocos minutos después pasaban entre los primeros bloques: millares de viviendas idénticas, balcones oblicuos que se recortaban contra el cielo, cortinas de aluminio que centelleaban al sol. Las casas y tiendas pequeñas de las afueras habían desaparecido. No quedaba sitio al nivel del suelo. En los huecos estrechos entre los edificios había pequeños jardines de cemento, complejos de tiendas, rampas que descendían a inmensas playas subterráneas de estacionamiento”.
Calles de Detroit
“Transportar a quince millones de oficinistas a y desde el centro todos los días, ordenar una corriente infinita de coches, ómnibus, trenes, helicópteros, unir entre sí todas las oficinas, casi todos los escritorios con videófonos, todas las viviendas con televisión, radio, energía, agua, alimentar y entretener a esa enorme cantidad de gente, protegerla con servicios complementarios, policía, patrullas contra el fuego, unidades médicas… todo dependía de un factor”.
Fisher Body 21 Plant
Ballroom, Lee Plaza Hotel, Detroit
“—Naturalmente, al fin hubo una rebelión. En la vida de las sociedades industriales no pasa más de un siglo sin que estalle una revolución y esas sucesivas revoluciones reciben el impulso de niveles sociales cada vez más altos. En el siglo dieciocho fue el proletariado urbano en el diecinueve las clases artesanas, en esta rebelión última el oficinista de cuello blanco, que vivía en el diminuto y así llamado apartamento moderno, sosteniendo mediante pirámides de créditos un sistema económico que le negaba toda libertad de decisión o de personalidad, que lo encadenaba a un millar de relojes…”
Fisher Body 21 Plant , Detroit.
EPÍLOGO
Detroit fue la cuarta ciudad más poblada de EEUU en los años 50.
El territorio urbano ha menguado a la mitad desde 1970.
Detroit ha pasado de tener 2.000.000 de habitantes, a los 700.000 que tiene actualmente.
1/3 de los habitantes vive por debajo del umbral de la pobreza.
Sólo 1 de cada 4 jóvenes acaba la educación secundaria.
El índice de desempleo es del 28%.
Detroit es la tercera gran ciudad más violenta de los EEUU.
El 28% de las parcelas están ocupadas por inmuebles abandonados.
En 2012, se inició una campaña municipal para demoler 10.000 inmuebles.
El 18 de julio de 2013, Detroit se declaró en bancarrota, afrontando la mayor quiebra municipal de la historia de los Estados Unidos.