El paisaje contemporáneo ha sido transformado por elementos urbanos inacabados. Urbanizaciones desiertas y dispersas, estructuras de hormigón desperdigadas, arquetas inservibles, pabellones en desuso o barrios enteros abandonados han introducido una inesperada dimensión en el territorio. La constatación de fragmentos inconexos y paralizados en el tiempo establece una cruel metáfora que evidencia el fin de una sociedad del exceso. Se trata de un paisaje compuesto por los residuos de un optimismo especulativo y que han pasado a formar parte de las ruinas precoces de la modernidad. Son, en definitiva, las huellas de un ingenuo optimismo y, a su vez, de la constatación de un fracaso.
Estos nuevos paisajes, leídos en clave de trazos arqueológicos de la sociedad postindustrial fueron puestos de manifiesto en el trabajo “Ruinas modernas. Una topografía de lucro” de Julia Schulz-Dornburg, que dio lugar a una exposición en la que se mostraban procesos de urbanización y construcción paralizados por la crisis y congelados de modo definitivo en el tiempo. En ella se analizaba la concepción, las expectativas, el inicio de los procesos y su paralización, formando una cartografía de la ambición y del exceso. Pero más allá de todo ello, nos traslada un paisaje hasta ahora inaudito, que muestra la belleza cínica del fracaso, de lo inacabado. Un paisaje transformado por las ruinas de la modernidad, entendidas, quizá terapéuticamente, como vestigios de un pasado lejano que han transformando un mundo que ya no volverá a ser el mismo.
“Ruinas Modernas”_Julia Schulz-Dornburg
Si en esta primera visión, los objetos de estudio se refieren a procesos inacabados, existe también otro tipo de situaciones, compuestas por procesos finalizados pero que han sufrido un deterior acelerado. El ejemplo contemporáneo más ilustrativo es el caso de Detroit, la ciudad impulsora del sueño americano y, posteriormente, de su trágico despertar. La situación actual no puede ser más angustiosa: un territorio urbano que ha mermado a la mitad desde los años setenta, una población que igualmente ha disminuido de 2.000.0000 de habitantes en los setenta a los 700.000 habitantes de la actualidad; abandono escolar, desempleo, criminalidad, etc. El 28% de las parcelas están formadas por inmuebles abandonados, de los cuales, cerca de 10.000 serán próximamente demolidos. Todo ello, ha provocado un desequilibrio urbano difícilmente gestionable, una ciudad fantasma, ausente. Ante este caos, las autoridades municipales están tratando de reubicar a la población para redimensionar el fenómeno urbano. Y este proceso, realizado mediante la presión y la pérdida de derechos ciudadanos (ausencia de limpieza, de policía,…) genera una población despojada de sus vínculos con el territorio, y por tanto, de su identidad. A un proceso de recesión económica, le está siguiendo, igualmente, un proceso de contracción urbana de resultados, hoy, todavía inciertos.
“The ruins of Detroit”_Marchand&Meffre
En la actualidad, existen numerosas huellas del esplendor perdido de Detroit. Estas han sido documentadas gráficamente por Yves Marchand y Romain Meffre en la publicación de “The ruins of Detroit”. Bajo la nostálgica mirada de estos autores se suceden una serie de edificios que pusieron en escena el prestigio de la ciudad (cines, fábricas, hoteles, iglesias,…) y que hoy permanecen abandonados en una ciudad muerta. La visión angustiosa de estos espacios reside en la interrupción repentina de su vida. En las bibliotecas siguen estando los libros abiertos, un piano abandonado en un hotel, un vaso encima de una mesa,…signos de un pasado excesivamente reciente en las que un día el tiempo se paró de repente.
Una situación similar es la reflejada por los grandes acontecimientos (Exposiciones universales, Olimpiadas, …) que dejan tras de sí residuos urbanos que pasan a formar una topografía fantasmal, y aún teniendo presencia física, en cierto modo no existe. Es el caso de la Expo ’70 de Osaka, actualmente desmantelada. En esta ocasión, es a través de las intervenciones registradas por el artista japonés Kenji Yanobe por las que nos podemos adentrar en las ruinas de los pabellones. Este pasado arqueológico es acentuado por la puesta en escena “espacial” del autor, equipado con un traje de astronauta, como una metáfora de un paisaje lunar, devastado por la civilización moderna y por un progreso cargado de falsas promesas. La modernidad, en este caso está tratada como una ficción, como un sueño. Y el presente, como un despertar, como una extrañeza.
Queda, para finalizar, constatar el registro de otra actitud arqueológica, en este caso con un sentido prospectivo. Una vez detectada la veloz mutabilidad de la ciudad, los continuos procesos de transformación, la aceleración del tiempo o la imprevisibilidad del futuro, han sido varios autores los que han tratado de realizar una reflexión permonitoria que deja en evidencia todos estos mecanismos. Quizá, uno de los más elocuentes es el arrojado por los artistas Nicolas Grospierre & Kobas Laksa en “Hotel Polonia”, trabajo galardonado con el León de Oro de la Bienal de Venecia de 2008. En él, se proponía una mirada, un tanto cínica, sobre el futuro próximo de los edificios realizados recientemente en Polonia. El panorama no podía resultar más desalentador. Los edificios más emblemáticos, acababan por ajustarse a las consecuencias más inesperadas de la evolución humana. De ese modo, un monasterio aparece convertido en un parque temático de ocio; el aeropuerto Chopin en una granja ecológica, la Biblioteca de Varsovia en un centro comercial, y así, van apareciendo cementerios verticales, vertederos, cárceles,…en una visión crítica de la ciudad y la sociedad.
“Hotel Polonia”_Grospierre&Laksa
Serán capaces nuestras ciudades de adaptarse a nuestros excesos?