Resulta altamente interesante pensar como, ante la supresión del espacio público, gran parte de la ciudadanía traspasa sus propias fronteras abriendo las ventanas, para expandir su propio espacio doméstico y participar, aunque sea solo a través de la palabra y a través de acciones creativas, de un espacio que temporalmente le ha sido vedado. Viene a materializar, en cierto modo, la necesidad de dotar de una dimensión pública a las obsesiones privadas, a través de un escenario común. La calle, en pocos momentos, pasa a ser entendida como un flujo de gritos y ecos, recuperando las aspiraciones románticas de autores como Henri Lefebvre sobre la apropiación del espacio público. Resulta altamente interesante pensar como, ante la supresión del espacio público que estamos viviendo, gran parte de la ciudadanía traspasa sus propias fronteras, en este caso, abriendo las ventanas, para expandir su propio espacio doméstico temporal en los balcones, aunque sea solo a través de la palabra y a través de acciones creativas, de un espacio que temporalmente le ha sido vedado.